EL ÚLTIMO CLIC

Una historia de miles de hogares


Ella luce como siempre: arrebatadora. Ajusta la cámara de su teléfono móvil y realiza algunos retoques de los filtros. El aro de luz se encuentra listo para grabar y Maria A ya esta lista para otra sesión de su red social favorita.


Como casi cual rito religioso, Maria A cumple con sus miles de seguidores en asegurarles una novedad de su vida día tras día. Lo que no saben de ella sus seguidores es la cantidad de tiempo invertido en una sesión que tomara como mucho 60 segundos en la red.


Maria A ha cambiado, su aspecto no es el mismo. Así lo comentan sus familiares, amigos e incluso envidiosas. Ya no es la misma chica inhibida y cohibida de antes. Se desenvuelve con soltura ante las cámaras y siempre esta a la última con los pases de baile.


Maria A sufre otro mareo, debe ser el ajetreo del día. Sus ojos irritados los cubre con unas gotas y las sensaciones de fatiga ya se pasarán. No ha vuelto a vomitar desde ayer. Le ha prometido a madre que desayunará y recogerá su habitación.


Unos me gustas más, unos corazones en la pantalla y comentarios alabando su figura son sin duda su verdadero alimento. Esta convencida que este video será mejor que el anterior y por novena vez, repite el baile. Sus padres al igual que ella, publican no solo fotos de la última escapada a la montaña, sino además como hicieron con ella de su hermano menor.


Sentarse a la mesa en casa de los A es como ver una película muda, todos con aparatos móviles en la mano se sirven un zumo o simplemente mastican sin enterarse que sucede más allá de sus pantallas.


Las risas no faltan, pero sin levantar la mirada. Se comunican claro, mediante memes absurdos y etiquetado de fotos en la red del pulgar arriba. Los A se han convertido en un circulo familiar más que vive entre el ostracismo de lo virtual y el abandono de la realidad.



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